Mirada irresistiblemente tierna. Orejas tamaño XXL. Un carisma especial. Con estas atractivas cualidades, el elefante Dumbo se ha lanzado a la gran pantalla protagonizando una nueva versión que desprende nostalgia por el pasado y concienciación por el futuro a partes iguales. Todo ello bajo la batuta de Tim Burton, quien deja su huella en una película que aborda el problema del maltrato animal a modo de denuncia, respetando los pilares del largometraje original de 1941.
Dumbo en la versión del filme de 2019, creada por Tim Burton
Cuando en ciudades como Madrid se acaba de poner fin al uso -y abuso- de animales en los circos, llega este largometraje para asentar las bases de un nuevo compromiso cada vez más latente en la sociedad actual: el del respeto a los animales. Con Dumbo, la fantasía toca, y muy de cerca, la realidad. Tim Burton, de la mano del gigante Disney, amplía y enriquece la historia del pequeño elefante que podía volar creando una obra símbolo de la lucha contra el maltrato animal en los circos. Si bien es cierto que Burton continúa "dulcificándose" en la dirección -para decepción de unos cuantos-, sí consigue que el largometraje cuenta con su esencia oscura y peculiar en lo visual, especialmente interesante en el contenido. He de decir que este último es el que más me ha llegado.
En la historia, Jumbo, una elefanta en compra-venta a manos de empresarios que solo querían lucrarse a su costa pero, sobre todo, a costa de su peculiar cría. El tierno Dumbo es traído a la vida por Burton respetando de forma casi icónica a las famosas cigüeñas de la película original. Un bebé elefante que nace con un problema físico que finalmente se transformará en su principal privilegio: sus orejas son tan grandes que le permiten volar.
Ambos representan en el film lo que todavía padecen animales salvajes en decenas de circos al rededor del mundo, enjaulados y bajo severas lecciones de adoctrinamiento para despertar el fugaz pero rentable aplauso del público de turno. Rentable únicamente para el empresario, claro. En la película, recién estrenada en cines a nivel mundial, observamos las dos caras de una polémica moneda: la de quienes deciden lucrarse a costa de los animales, y la de aquellos que acaban comprendiendo que su sitio no es una carpa circense, interpretados los segundos en un gran cartel de actores compuesto por Colin Farrell, Eva Green y Danny DeVito, entre otros.
Con una bucólica imagen final, utópica pero de alcance, Burton concluye una historia con la que va más allá, una denuncia a lo que para muchos -como quien escribe estas líneas- es a día de hoy una lacra para una sociedad del siglo XXI supuestamente evolucionada: el maltrato consentido, alabado y aplaudido de los seres vivos con los que convivimos.
Y es que no debemos olvidar que elefantes, tigres, leones y otros animales no aprenden por amor al arte ni por elección propia, sino que sufren todo tipo de castigos y vejaciones hasta que son capaces de realizar con éxito los espectáculos que les corresponden. La cruel realidad que se esconde bajo la carpa.
Este pequeño elefante bien podría ser nuestro protagonista
Digno de señalar también que en este largometraje Burton ha integrado nuevos personajes con un guiño a la igualdad de la mujer a través de una pequeña co-protagonista que sueña con ser científica y tener un futuro más allá de las carpas del circo en el que se ha visto obligada a crecer. Ella, interpretada por Nico Parker, es quien, junto a su hermano, consigue dar a Dumbo las alas que necesita para volar de verdad, las alas del cariño y la confianza en uno mismo.
En definitiva, la nueva versión de Dumbo, aunque previsible en la resolución de los hechos, no da la espalda a los problemas candentes del presente y envía un mensaje a un público que hoy puede pasar desapercibido pero que mañana será nuestro futuro: el de la infancia.
Vuela alto, Dumbo, vuela lejos. Pero siempre en libertad.
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