Los seres humanos cada año producimos e ingerimos más antibióticos, unos medicamentos que han sido fundamentales para salvar la vida de millones de personas. Sin ellos, las infecciones les habrían matado. Ahora, tal como publica National Geographic, un estudio demuestra que gran parte de nuestros ríos están contaminados de antibióticos. Esto se traduce en el estímulo del desarrollo de cepas de bacterias resistentes a ellos.
La influencia de los medicamentos persiste en el medio ambiente mucho después de haber cumplido su deber en el cuerpo humano. Un análisis de 91 ríos del mundo ha hallado antibióticos en las aguas de casi dos tercios de todos los lugares analizados, desde el Támesis al Mekong, pasando por el Tigris.
El codirector del estudio y químico medioambiental de la Universidad de York, en Reino Unido, Alistair Boxoll ha afirmado que son “moléculas biológicamente activas y nosotros secretamos toneladas de ellas al medio ambiente”. Hecho que afecta tanto a la ecología de los ríos como en la salud humana.
“Una amenaza catastrófica”
Como sabemos, gracias a los antibióticos los seres humanos tenemos muchas más oportunidades de sobrevivir a infecciones dañinas. Sin embargo, las poblaciones de las bacterias contra las que luchan pueden evolucionar, cambiando de formas que les permiten resistir a los medicamentos diseñados para acabar con ellas.
Por ello, una infección de una de estas cepas de bacterias “evolucionadas” es más complicada e incluso imposible de tratar. Según recoge National Geographic, la profesora Sally Davies, Directora Médica de Reino Unido, afirma que el problema empeora cada año y plantea “una amenaza catastrófica” para la capacidad de los médicos de tratar infecciones básicas en el futuro.
Un informe de 2016 determinó que, cada año, unas 700.000 personas mueren en todo el mundo por infecciones resistentes a los antibióticos. Asimismo, una investigación encargada por el Reino Unido advirtió de que, para 2050, las infecciones resistentes a antimicriobianos podrían ser la principal causa de muerte a nivel mundial.
La larga vida del antibiótico
Cuando tomamos un antibiótico, el cuerpo no es capaz de descomponerlo. El exceso es expulsado en forma de orina o desechos. Ni siquiera las plantas residuales más modernas son capaces de limpiar todos los medicamentos. En lugares sin plantas de tratamiento, los antibióticos pueden fluir de forma más directa a ríos y arroyos.
En el Danubio, el segundo río más largo de Europa, los investigadores hallaron siete tipos diferentes de antibióticos. Las concentraciones de uno -la claritromicina, que se emplea en infecciones del tracto respiratorio como la bronquitis- eran cuatro veces superiores a los niveles considerados “seguros”.
Los expertos piden ahora a las comunidades que tomen soluciones que impidan la llegada de los antibióticos a nuestros ríos, para paliar a tiempo esta situación. “Para cuando tengamos todas las pruebas científicas, quizá sea demasiado tarde. Quizá hayamos entrado en una era en la que la gente muere tras haberse arañado con una rosa en el jardín y acabe con una infección intratable”, afirman.
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