Si ya de por sí sardinas y boquerones estaban padeciendo la sobrepesca, el cambio climático y los efectos de los microplásticos en su alimentación, a esta mala racha se suma ahora la mayor proliferación de medusas. Un abanico de factores que auguran un negro futuro para ambas especies, según datos de un estudio impulsado por el Instituto Español de Oceanografía (IEO) y publicado en la revista Estuarine, Coastal and Shelf Science. La presencia masiva de medusas puede producir una disminución de hasta un 45% del número de individuos que, además, están más desnutridos.
Estos resultados proceden del proyecto PELWEB, financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación, cuyo objetivo principal se centraba en estudiar las razones del empobrecimiento de las poblaciones de pequeños pelágicos como la sardina y el boquerón en el Mediterráneo occidental. En el estudio de ambas especies se observa que su número cae desde 2001, así como que su tamaño es menor y su salud, peor. Apenas llegan a cumplir con su anterior esperanza de vida, situada en los siete u ocho años, e incluso hallar ejemplares de uno o dos años se ha vuelto casi imposible debido a que la sobrepesca les impide crecer.
Hallar soluciones suponía empezar por el planteamiento de hipótesis como los efectos del cambio climático, la presión pesquera, el empeoramiento de la calidad de su alimentación o la contaminación por microplásticos. El equipo científico aprovechó las campañas marítimas del IEO y recogió muestras en las principales lonjas durante 18 meses. Fue entonces cuando las cuatro principales hipótesis se confirmaron, la última hace escasos meses, demostrando que existían plásticos minúsculos en casi el 60% de los ejemplares. Esto empeoraba su salud y su condición física.
Faltaba una quinta hipótesis por valorar. ¿Podrían afectar las medusas a las poblaciones de boquerones y sardinas? Ahí apareció la figura del investigador José Carlos Baéz, con sede en el IEO de Fuengirola, en Málaga. Las medusas varadas comienzan a ser habituales también en invierno, y eso muestra que el problema está ahí. “La sobrepesca de sus predadores, como el atún o el pez espada, ha favorecido su desarrollo”, ha explicado Báez. También lo ha hecho el aumento de la temperatura del mar como consecuencia del cambio climático. Sin depredadores, las medusas cada vez viven más tranquilas y, por tanto, se multiplican.
Durante los últimos tres años, Báez ha liderado una investigación para responder a esta quinta hipótesis, y parecen haberlo conseguido. Contaban con un precedente en el golfo de Bengala, en el océano Índico, donde la ruptura del ecosistema hizo proliferar a las medusas. Estos organismos se alimentaban allí de larvas de pequeños peces. Hecho que se repite en el Mediterráneo. “Las proliferaciones de medusas inciden negativamente en las poblaciones de sardinas y boquerones”, ha detallado el investigador.
Las medusas se desarrollan en las proximidades de cañones submarinos, el lugar en el que los boquerones desovan. Ese es el momento que aprovechan para ingerir los huevos o los alevines, con una gran voracidad. Los datos del estudio muestran que han causado la disminución de un 45% en la abundancia de sardinas, cuyas capturas han caído un 10%. Otra razón por la que las medusas perjudican a estos peces es que todos ellos se alimentan de plancton, algo que también hacen las medusas. Por tanto, la mayor proliferación de medusas provoca que desaparezca la principal fuente de alimentación de sardinas y boquerones, que se presentan cada vez más desnutridas y en peores condiciones físicas.
¿Podemos hacer algo para evitar que esta tendencia continúe en el tiempo e incluso empeore? La respuesta es afirmativa, aunque el camino sería complicado. “A estas alturas, la inercia es muy difícil de romper, pero se puede. Bastaría con reestructurar el ecosistema”, ha afirmado Báez. Empezando por evitar la sobreexplotación de los predadores de medusas y recuperar las poblaciones de tortugas, y ayudando a eliminar la contaminación, daríamos importantes pasos hacia delante. La presión de la pesca debería reducirse para permitir que estos peces crezcan y se reproduzcan.
"Históricamente, se han tirado muchos juveniles de descarte, se ha pescado donde no se debe o en sus guarderías, aunque ya ocurre menos. Bastaría con que se cumplan las leyes”, ha añadido la investigadora Marta Coll. Ponerse manos a la obra en estos asuntos nunca parece sencillo, pero estos serán pasos obligados si no queremos abandonar a su suerte a sardinas y boquerones, abocados a un futuro incierto.
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