La elefanta Mara se ha convertido en el símbolo de quienes luchan contra cautiverio de animales salvajes. Un animal que, después de más de medio siglo en cautividad, viajando entre circos y zoológicos, por fin descansa en el Global Sanctuary of Elephants, en Mato Grosso, Brasil.
Más de 2.750 kilómetros separaban a Mara de su nuevo destino, el Global Sanctuary for Elephants. Un viaje complicado por su envergadura la separaba de su primer contacto con un entorno natural. De su primer soplo de aire fresco.
A sus 54 años de edad, Mara ha residido durante los últimos 25 años en el zoológico de Buenos Aires, en Argentina. Los registros de su experiencia vital son desoladores. Mara nació en la década de 1960 en la India y fue trasladada a un zoológico de Alemania. Desde allí, fue vendida a un circo de Uruguay y, posteriormente, al argentino Circo Sudamericano. Golpes y latigazos durante sus entrenamientos se convirtieron en parte de su día a día.
Los malos tratos acompañaron a esta elefanta durante toda su vida. En 1995, fue enviada a un zoológico de Buenos Aires, después de que un decreto prohibiese la explotación de animales en circos.
Mara pronto se convirtió en la embajadora de los elefantes en el Ecoparque situado en la capital argentina. La única elefanta asiática del recinto. Pero este carismático animal no podía terminar sus días entre las cuatro paredes de un zoo que finalmente cerró sus puertas. Por fin, Mara emprendía el vuelo hacia la tercera etapa de su vida: tomaba rumbo a Brasil.
El viaje de la esperanza
Con un riguroso protocolo sanitario para proteger al animal, Mara ha sido trasladada hasta el santuario de elefantes en Brasil, acompañada por expertos y técnicos que la cuidaban y vigilaban en todo momento. Además, tanto Brasil y Argentina han flexibilizado sus medidas de control reabriendo excepcionalmente sus fronteras para que Mara llegase a su destino lo antes posible, a pesar de la pandemia de coronavirus.
Después de cinco días de viaje, Mara ha llegado a su nuevo hogar. Ella misma ha bajado voluntariamente de la enorme caja en la que ha sido trasladada, y ha caminado con prudencia y timidez por un entorno natural. Su primera vez cerca de la libertad.
1.100 hectáreas conforman este santuario en el que Mara tendrá una alimentación controlada y compartirá espacio con, al menos, otros dos elefantes asiáticos: Maia y Rana. Con este último ejemplar ya ha tenido su primer contacto, que ha sido muy positivo, según afirman sus cuidadores en el perfil de Instagram del santuario.
La primera noche de Mara y Rana juntas en un entorno natural ha sido para ellas toda una novedad. Así despertaron a la mañana siguiente. ¿Estamos ante las nuevas mejores amigas?
Mara recibirá allí a viejas amistades. Dos compañeras del zoológico de Buenos Aires, Kuky y Pupy, podrían llegar al santuario pronto, convirtiéndose en las primeras elefantas africanas en las instalaciones.
Adiós al Ecoparque
Los animales salvajes que vivían en cautividad en el zoológico de Buenos Aires están siendo trasladados a distintos santuarios.
El zoo porteño, y con él la vieja concepción del modelo victoriano, cerró en junio de 2016, y desde entonces varios animales han sido reubicados en reservas o santuarios donde las condiciones de vida son más parecidas al hábitat natural de cada especie.
A mediados del año pasado, los leones fueron enviados al refugil Wildcat Sanctuary, en Minnesota, Estados Unidos; los dos osos pardos fueron derivados a The Wild Animal Sanctuary, en Colorado; decenas de antílopes viajaron a la Estación de Cría de Animales Silvestres (ECAS) de la provincia de Buenos Aires; los emúes al Ecoparque de América y así con otros animales de este zoológico.
Mara es tan solo un caso más de cómo los animales sufren en cautividad para el uso y disfrute del ser humano. Historias como la suya o la del delfín Honey vuelven a poner sobre la mesa un debate cada vez más agitado: ¿debemos someter a los animales al cautiverio para nuestro acercamiento y entretenimiento? Juzguen por sí mismos.
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