En este caso hubo final feliz, pero, por desgracia, no es lo habitual. Varias organizaciones ecologistas han difundido vídeos del rescate de una cría de ballena jorobada recién nacida que había quedado atrapada en una red contra tiburones en la Costa Dorada del Estado de Queensland, al este de Australia. Unas redes que, según informan los expertos, acaban con la vida de miles de animales.
Todo comenzó cuando un hombre que paseaba por la playa divisó al animal a 50 metros de la costa y alertó a las autoridades. Seguidamente, la Patrulla de Navegación y Pesca envió un equipo de rescate para liberarla, iniciando así una operación de salvamento que se alargó más de dos horas. "Se trataba de una cría de muy corta edad que padecía signos claros de angustia, tanto ella como la madre que la acompañaba", comentó el director de ciencias marinas de Seaworld, Trevor Long, a la cadena ABC.
La madre también quedó atrapada en un primer momento, pero consiguió escapar. Hecho curioso es que el animal permanecía al lado de su cría en todo momento, mostrando calma, al parecer porque se dio cuenta de que el equipo estaba tratando de ayudar a su bebé sin herirlo.
Con estas imágenes, la Sociedad Humana Internacional y la Sociedad Australiana de Conservación Marina quieren exponer el problema que supone este tipo de redes y exigen medidas "más efectivas y menos letales". Ambas ONG criticaron, además, que las autoridades hayan intentado "criminalizar la publicación de imágenes y vídeos" de animales atrapados, incluidas algunas especies protegidas.
Las organizaciones han denunciado que ya se han colocado 368 palangres —un aparejo usado en la pesca artesanal— y 30 redes contra tiburones. Sin embargo, desde el gobierno de Queensland, el pasado mes defendieron la decisión de sacrificar a seis tiburones después de que dos personas fueran atacadas.
A pesar de todo ello, las estadísticas son contundentes. Según los datos del Programa de Control de Tiburones de Queensland, más de 10.000 escualos, muchos de ellos inofensivos, han sido capturados en palangres desde 2001 en la zona de la Gran Barrera, declarada Patrimonio de la Humanidad. Unas capturas que han provocado también la muerte de un número indeterminado de tortugas, rayas, peces y delfines.
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