En plena resaca electoral caen como losas las alternativas de cambio de los recién elegidos líderes de gobiernos locales y autonómicos. Cuando todavía no han tomado posesión de sus cargos, ya leemos y escuchamos por cualquier rincón de la red que se harán efectivas muchas de esas inverosímiles promesas que realizaron incansablemente durante el sprint final hacia las urnas. Ahora toca asumir los daños colaterales de nuestras decisiones. Y cuando nosotros somos los perjudicados o beneficiados por nuestros votos, la democracia toma su nombre. ¿Pero qué ocurre cuando los que lo padecen son los que no han tenido derecho a elegir?
Hace justo dos semanas, la Asociación Circos Reunidos publicaba en sus redes sociales, llena de orgullo y satisfacción, las declaraciones de la candidata del PP a la presidencia de la Comunidad de Madrid. En ellas, como podréis ver, Isabel Díaz Ayuso se abandera de no pertenecer a un partido que imponga prohibiciones, y anuncia que apoyará los circos con animales. Sí, los animales, previsiblemente, volverán a ser objeto de burlas, maltrato y aplausos comercializados en las arcaicas carpas en las que los payasos no parecen ser suficientes. Y eso que, a la vista está, sobran. Con todo mi respeto hacia los payasos profesionales. Y es que, según la futura presidenta, “los circos deben ser libres”.
Ayuso ha tenido la tremenda suerte -para otros, a la vista está, gran desgracia- de ser quien, a día de hoy, despunta como futura presidenta regional. Todo ello a pesar del batacazo histórico que ha sufrido en el 26M. Gobernará únicamente gracias al acuerdo con la ultraderecha representada en Vox, formación que alaba y promueve con orgullo el toreo y la caza, que lleva las faltas ortográficas y las referencias a la Guerra Civil como imagen de marca. También gracias a Ciudadanos, el partido que empezó presumiendo de ser de centro pero que parece preferir ocupar una silla a decir no a la derecha más extrema y carca. Cosas de coaliciones, amigos. Cosas, pese a quien le pese, de nuestro actual sistema electoral.
Me pregunto qué significa realmente para la señora Ayuso el concepto de libertad. Tan amplio y tan contundente al mismo tiempo. ¿Libertad? ¿Aquella que dicen empieza donde acaba la del prójimo? ¿Esa libertad que, durante décadas y como si de la época del Imperio Romano se tratase, hemos robado y robamos, a ultraje, a animales y personas? ¿A qué responde ese concepto de libertad que tan alegremente expone usted en estas declaraciones? ¿A ese en el que algunos son libres para despojar de sus derechos a otros seres vivos que poseen, a su juicio, un rango inferior? ¿A ese en el que maltratamos y vejamos sin castigo alguno?
Me guardo las palabras que expondría, por simple educación y cortesía.
Ayuso, en su evidente ignorancia, parece olvidar que, para conseguir los aplausos del público, esos "circos libres" se pasan años maltratando a estos animales, obligándoles a protagonizar un espectáculo que ni alcanzan a comprender a base de descargas eléctricas, golpes y estiramientos infinitos. ¿Libertad?
Precisamente hoy, dos semanas después, y con los resultados electorales en la mano, desde la Asociación de Circos Reunidos, cómo no, dan por hecho la vuelta de los animales salvajes a sus carpas. Mientras en Europa otros circos de gran renombre los reemplazan por hologramas con el aplauso de la crítica internacional, en Madrid parece que permanecemos en esa nostalgia enfermiza del más puro conservadurismo. Un pensamiento que rechazamos públicamente, enarbolando una falsa bandera de progresismo y modernidad, que bien nos ocupamos de esconder cuando llega el momento de acudir a las urnas.
¿Entregará Ayuso a Circos Reunidos esa “libertad” que se encargaron de exigir? ¿Valen un puñado de votos imágenes como estas?
Elefante en el circo. Fotografía de PETA, 2014.
Juzguen, opinen, y sí, voten libremente, pero recuerden: Terminada la función, no todos vuelven a casa.
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